Cuando el país te da la espalda: el otro cáncer que no se ve.
Leticia Morey es mucho más que una amiga. Es una mujer joven, valiente, talentosa y trabajadora que, como muchos dominicanos, dedicó años de su vida al servicio, al compromiso, al esfuerzo silencioso en instituciones que hoy, simplemente, no están.
Leticia enfrenta una de las batallas más duras que puede atravesar un ser humano: el cáncer. Pero no la enfrenta en su tierra, ni con su gente, ni bajo el amparo del sistema que debería protegerla. La está enfrentando fuera de su país, en una tierra ajena, donde encontró irónicamenteel apoyo, la dignidad, la compasión… que le fueron negados en su patria.
Y mientras ella libra su batalla contra la enfermedad, nosotros aquí seguimos actuando como si nada pasara. Porque el otro cáncer, el que no se trata con quimioterapia, es el del abandono institucional, la indiferencia del Estado, el silencio de los gremios y la ingratitud de los que te conocen cuando estás bien, pero se alejan cuando te ven vulnerable.
Leticia no solo lucha contra un diagnóstico clínico. Lucha contra la sensación devastadora de haber sido olvidada por su país, por las instituciones a las que un día sirvió con lealtad, por sus empleadores, por sus colegas, por aquellos que se hacían llamar amigos. Es doblemente injusto: no solo se enfrenta a una enfermedad agresiva, sino también a la desprotección y el abandono social.
Y esto no es un caso aislado. En República Dominicana, la salud pública sigue siendo una herida abierta. Las personas que hoy están sanas creen que nunca necesitarán el sistema, hasta que lo necesitan… y entonces descubren que no hay sistema. ¿Cómo es posible que alguien que ha servido, cotizado, aportado, tenga que exiliarse por salud? ¿Cómo puede ser que en su tierra no haya cama, ni respuesta, ni ayuda?
Este artículo no es para pedir lástima. Leticia no la necesita. Ella tiene una fortaleza que asombra y una dignidad que muchos que ocupan cargos públicos jamás sabrán sostener. Pero sí necesita, como muchos otros, que alguien alce la voz, que digamos en voz alta lo que otros prefieren callar: el sistema nos falla cuando más lo necesitamos.
Lo más triste es que Leticia no está sola… en el dolor. Hay decenas, cientos de dominicanos y dominicanas que atraviesan lo mismo. Enfermos que no solo luchan por su vida, sino también por no caer en el olvido. Por no ser otro número más en la estadística. Por no morirse sin justicia, sin reconocimiento, sin humanidad.
Desde aquí, alzo la voz por ti, amiga. Porque tu historia merece ser contada. Porque tu lucha también es nuestra. Porque el silencio institucional no nos representa. Porque no es justo que para vivir haya que salir del país. Porque el verdadero cáncer no es solo físico, es social. Y si no lo combatimos desde la conciencia y la acción, seguiremos perdiendo a nuestros mejores seres humanos… lejos de casa, lejos de todo.
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